Esta obra
de 1954 de un reconocido pintor Canadiense nos presenta con una situación donde
la tragedia es inminente. El caballo no reconoce el peligro que representa el
tren. El conductor del tren, quizás por la falta de luz de ese atardecer, quizás
por la rutina de un viaje largo y sin altibajos, quizás por el aburrimiento de una
planicie que tiene poco que ofrecer, no percibe el peligro que se avecina.
La
tranquilidad del entorno y la media luz del atardecer le dan a esta pintura un
aura de paz y quietud que contrasta con la tensión del accidente que se aproxima.
Un recordatorio que muchas veces un giro para peor puede ocurrir
repentinamente, incluso (o particularmente) en un momento en el que todo parece
calmo.
Esta obra
se encuentra en la galeria de arte de Hamilton, Ontario, Canada, muy cerca de
las cataratas del Niagara.